La Verdadera Historia de Caperucita Roja

jueves, 8 de octubre de 2009


Erase una vez una persona de corta edad llamada Aleksandra Natasha, más conocida como Caperucita Roja, que vivía con su madre en el lindero de un bosque encantado.

Un día, su mamá le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela ¡pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención!, sino porque ello representa un acto generoso que contribuye a afianzar la sensación de comunidad.
Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta e independiente que era. Pero vivía oculta en el bosque ya que era perseguida por sus vínculos con el partido comunista.

Así, Caperucita Roja cogió su cesta, que en su interior llevaba ocultas también algunas encomiendas solicitadas por la abuela, y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él.
Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada y su formación le indicaba que científicamente no se había comprobado la supuesta peligrosidad del bosque ni su supuesto encanto.
De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo intervencionista que le preguntó qué llevaba en la cesta.

-Un saludable tentempié para mi abuela, la cual -sin duda alguna- es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona madura e individual que es -respondió la niña.

-No sé si sabes, querida -dijo el lobo-, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques. A lo que Caperucita respondió:

-Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de apartado social y a la perspectiva existencial -en tu caso propia y globalmente válida- que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.
Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela.

Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en su cama.

Cuando Caperucita Roja entró en la cabaña, dijo:

- Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa líder del comunismo.

- Acércate más, criatura, para que pueda verte -dijo suavemente el lobo desde el lecho.

-¡OH! -repuso Caperucita- Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!

-Han visto y perdonado mucho, querida.

- Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!... relativamente hablando, claro está, y a su modo, indudablemente atractiva.

- Ha olido y perdonado mucho, mi vida.

-Y... ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes!

El lobo respondió:

- Soy feliz de ser quién soy y como soy, niña criticona -y, saltando de la cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla. Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, si no por la deliberada invasión que había realizado en su espacio personal.

Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera - que también era un agente federal secreto que debía vigilar a la abuelita comunista y aprovechar cualquier oportunidad para arrestarla- que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir, pero apenas había alzado su hacha, cuando, tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente...

-¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? - preguntó Caperucita.

El agente federal y operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.

-¿Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertal cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo? -continuó Caperucita

- ¡Sexista! ¡Racista! ¡Imperialista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un poderío extranjero?

Al oír el apasionado discurso de Caperucita Roja, la abuela saltó de la panza del lobo, Caperucita arrebató el hacha al operario maderero/agente federal y le cortó la cabeza al lobo.

El agente federal procedió a revisar el cadáver del lobo, y percatándose de que se trataba de un lobo parlante, espécimen en peligro de extinción, levantó cargos por exterminio de especies a Caperucita y la arrestó.

También el agente federal, requisó la canasta de la niña y encontró en ella las armas y municiones ilegales de la abuela, pruebas suficientes para arrestar a la líder comunista

Pasaron los años y concluida la condena, Caperucita Roja y la abuela creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron construir juntas una nueva comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos. Juntas, vivieron felices en los bosques socialistas para siempre.



FIN


Los servicios fúnebres del lobo fueron cubiertos por el gobierno Estadounidense.
La mama de Caperucita Roja, fue también condenada por maltrato infantil.
El agente federal, leñador, y que en sus tiempos libres hacia taxi, fue condecorado y se retiró del servicio federal.
Aleksandra Natasha, Caperucita Roja, fue años después tildada de traidora por el partido comunista del bosque encantado [PCBE] y su imagen fue borrada de varias fotografías oficiales.
Por Dan Coffe y otros

0 comentarios: